jueves, 26 de febrero de 2009
Sam Chatmon - Who's Lovin ' You Tonight
Los bluesmen como el vino...
el lamento desdentado
de mi semana triste.
thanks sam
(no recordo qui va dir que els bluesmen envelleixen millor que les grans estrelles del rock, si més no amb més dignitat i acceptant cada arruga de la seva cara i cada dolor del seu cos. No tractant, a vegades amb resultats ridículs i espantosos, de aconseguir la juventud eterna. Matem Peter Pan! La cicatriu es memòria i és identitat)
miércoles, 25 de febrero de 2009
El señor Sequoia
El señor Sequoia agacha levemente la cabeza
para no golpearse con el quicio de la puerta.
Es barbilampiño, pero todo el mundo lo sabe reaccionario:
no es de los que tira la piedra y esconde la mano,
sino que lo hace a la inversa,
y nunca encuentra la mano con la que tirar la piedra....
a la fuerza ha aprendido a perdonar.
Hay quien dice lo viejo que es,
que ya ha vivido dos posguerras y que no sabe leer
porque nunca ha creído a los que dicen
que leer es como viajar sin necesidad de moverse.
Y es que el señor Sequoia enferma
si no va en tren un solo día.
Recordar es desatarse los cordones de los zapatos
para olvidar cómo atártelos de nuevo,
y mientras piensas en lo que ha dicho
te saca una Polaroid y la guarda en una pequeña carpeta
de la que sobresalen cientos de ellas.
Nunca mira al cruzar la calle y,
a veces, se aprieta los ojos con las yemas de los dedos
para luego ver borroso y no distinguir a la persona que no tiene ganas de saludar.
Y cuando alguien le dice que con el dictador se vivía mejor
El señor Sequoia esconde su mano y luego es incapaz de encontrarla.
para no golpearse con el quicio de la puerta.
Es barbilampiño, pero todo el mundo lo sabe reaccionario:
no es de los que tira la piedra y esconde la mano,
sino que lo hace a la inversa,
y nunca encuentra la mano con la que tirar la piedra....
a la fuerza ha aprendido a perdonar.
Hay quien dice lo viejo que es,
que ya ha vivido dos posguerras y que no sabe leer
porque nunca ha creído a los que dicen
que leer es como viajar sin necesidad de moverse.
Y es que el señor Sequoia enferma
si no va en tren un solo día.
Recordar es desatarse los cordones de los zapatos
para olvidar cómo atártelos de nuevo,
y mientras piensas en lo que ha dicho
te saca una Polaroid y la guarda en una pequeña carpeta
de la que sobresalen cientos de ellas.
Nunca mira al cruzar la calle y,
a veces, se aprieta los ojos con las yemas de los dedos
para luego ver borroso y no distinguir a la persona que no tiene ganas de saludar.
Y cuando alguien le dice que con el dictador se vivía mejor
El señor Sequoia esconde su mano y luego es incapaz de encontrarla.
domingo, 15 de febrero de 2009
martes, 10 de febrero de 2009
massa cafè
Massa cafè,
el nen estira la màniga del pare,
mira, un lemur!... pel pas de vianants.
Va tan ràpid que tot està a punt de esdevenir,
però mai a temps:
mòn aturat en llums estátiques
i alers que s´enlairen com globus d´heli.
A la meta d´arribada el públic es mostra impassible,
no trenca el corredor la cinta amb el pit
perquè a algú se li ha oblidat posar-la-hi,
i l´àrbitre que havia donat el tret de sortida
s´apreta el canò contra la templa,
una llàgrima aturada al bell mig de la seva galta.
Continua amb embranzida etíop
i segueix arribant massa aviat a tot:
gestos, pensaments, paraules
(encara que ell sempre hagi cregut
que les paraules estiguin sobreestimades)
Tracta d´aturar-se per que el temps,
com si l´haguès estat empenyent com a un cotxe espallat
que de sobte fa petar el motor,
hi pugi per la porta oberta del darrera.
Res a fer,
massa cafè,
el nen torna a estirar la màniga del pare.
el nen estira la màniga del pare,
mira, un lemur!... pel pas de vianants.
Va tan ràpid que tot està a punt de esdevenir,
però mai a temps:
mòn aturat en llums estátiques
i alers que s´enlairen com globus d´heli.
A la meta d´arribada el públic es mostra impassible,
no trenca el corredor la cinta amb el pit
perquè a algú se li ha oblidat posar-la-hi,
i l´àrbitre que havia donat el tret de sortida
s´apreta el canò contra la templa,
una llàgrima aturada al bell mig de la seva galta.
Continua amb embranzida etíop
i segueix arribant massa aviat a tot:
gestos, pensaments, paraules
(encara que ell sempre hagi cregut
que les paraules estiguin sobreestimades)
Tracta d´aturar-se per que el temps,
com si l´haguès estat empenyent com a un cotxe espallat
que de sobte fa petar el motor,
hi pugi per la porta oberta del darrera.
Res a fer,
massa cafè,
el nen torna a estirar la màniga del pare.
domingo, 8 de febrero de 2009
clases magistrales
Deberías haber visto su cara
al ver los copos de nieve caer.
Su boca entreabierta
sala de espera de un paraíso,
aquel verano
que fue la rendija de una puerta,
el horizonte vertical
donde dos niños, primos lejanos seguramente,
jugaban a mamás y a papás.
Descubren la perfección de unos hombros quemados,
el sabor de unos labios candorosos,
la cama de matrimonio de la que arrancan las raíces,
y siembran árboles frutales
y una casa blanca que no se derrite en agosto,
del cielo y todo lo demás
que se encarguen las ventanas.
Llega a casa el papá cansado,
la mamá corrige los ejercicios de sus alumnos...
no, mejor un desconocido que llama a la puerta,
echan a suertes quien da el primer beso,
otra vez vuelve a perder él.
Entonces el desconocido (o el papá, que más da)
acerca sus labios temblorosos a los de ella,
y a veces abre los ojos
para ver los suyos cerrados y desenfocados,
pero los cierra rápidamente
porque todo el mundo sabe
que hay que desconfiar
de los que besan con los ojos abiertos.
No saben soñar.
al ver los copos de nieve caer.
Su boca entreabierta
sala de espera de un paraíso,
aquel verano
que fue la rendija de una puerta,
el horizonte vertical
donde dos niños, primos lejanos seguramente,
jugaban a mamás y a papás.
Descubren la perfección de unos hombros quemados,
el sabor de unos labios candorosos,
la cama de matrimonio de la que arrancan las raíces,
y siembran árboles frutales
y una casa blanca que no se derrite en agosto,
del cielo y todo lo demás
que se encarguen las ventanas.
Llega a casa el papá cansado,
la mamá corrige los ejercicios de sus alumnos...
no, mejor un desconocido que llama a la puerta,
echan a suertes quien da el primer beso,
otra vez vuelve a perder él.
Entonces el desconocido (o el papá, que más da)
acerca sus labios temblorosos a los de ella,
y a veces abre los ojos
para ver los suyos cerrados y desenfocados,
pero los cierra rápidamente
porque todo el mundo sabe
que hay que desconfiar
de los que besan con los ojos abiertos.
No saben soñar.
sábado, 7 de febrero de 2009
diáspora
Diáspora en el cielo
y un Dios exiliado en mi bolsillo.
La cara del rey marcada en su mejilla,
restos de kleenex tras su oreja,
entradas de cine rasgadas sobre sus párpados.
Sus manos aferrándose a las costuras
para no caer por el agujero.
Y mi padre que cada día
al llegar a casa me registra.
Y yo que ya entro con los bolsillos del revés
como el adolescente que prueba ante el policía
que no lleva nada encima.
Muere el borbón en su perfil,
sopla el viento las migajas de su barba de comunista
(muchos dioses se parecen a Marx)
mientras se frota la cabeza por el golpe
y se pregunta cómo puede doler más caer de un bolsillo que del cielo.
Observa desde el portal como se enciende la luz de mi ventana,
el rostro taciturno de papá,
su mirada desconfiada peinando la calle,
y lanzando fugaces al agujero de mi bolsillo.
Se esconde el Dios diminuto
detrás de un folleto arrugado de ofertas de supermercado,
y murmura mientras se santigua:
y un Dios exiliado en mi bolsillo.
La cara del rey marcada en su mejilla,
restos de kleenex tras su oreja,
entradas de cine rasgadas sobre sus párpados.
Sus manos aferrándose a las costuras
para no caer por el agujero.
Y mi padre que cada día
al llegar a casa me registra.
Y yo que ya entro con los bolsillos del revés
como el adolescente que prueba ante el policía
que no lleva nada encima.
Muere el borbón en su perfil,
sopla el viento las migajas de su barba de comunista
(muchos dioses se parecen a Marx)
mientras se frota la cabeza por el golpe
y se pregunta cómo puede doler más caer de un bolsillo que del cielo.
Observa desde el portal como se enciende la luz de mi ventana,
el rostro taciturno de papá,
su mirada desconfiada peinando la calle,
y lanzando fugaces al agujero de mi bolsillo.
Se esconde el Dios diminuto
detrás de un folleto arrugado de ofertas de supermercado,
y murmura mientras se santigua:
Me cago en su padre
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