lunes, 21 de septiembre de 2009

asas

sueños que son certezas,
que nos cambian de sitio:
del sofá a la cama,
de un peldaño a Sinaloa.
Pasos de huella equívoca
con cuentos escritos en las suelas,
germen del jazmín sediento de verano
crece en el poso del café
y se enarbola
en todas las cosas que tienen asas.
Armarios, cacerolas, maletas y tazas.
Y concienzudo disloca el nuevo día
las patas de la cama
para que no huya tras los vagabundos
acostumbrados a dormir en el suelo,
y nos deje solos,
desvelados,
y sin saber que nos ha pasado.

domingo, 20 de septiembre de 2009

acuerdo

Acordamos no hablar con nadie de lo que había pasado. Alicia tenía sangre reseca en la comisura del labio inferior. Se la limpié como lo hacen las tías abuelas al tratar de borrar las huellas de sus pintalabios de las mejillas de sus ahijados. Pulgar y saliva ante los ojos despavoridos de los pequeños. Alicia en cambio me sonríe con una mirada cómplice.
- No se lo diremos a nadie- mientras se acerca introduce el final de su frase entre mis labios. Un nadie que busca mi lengua y la acaricia, sus labios prensan mi labio superior y el sabor de la sangre que vuelve a manar de la pequeña herida me da ganas de sorber como un vampiro. Muerdo y nuestros dientes entrechocan. Ella alborota mi pelo, yo atraigo su cabeza con violencia contenida hacia mi hombro y muerdo su nuca. Al levantar la vista veo el cuerpo sin vida que yace en el suelo junto a nosotros. Nuestras respiraciones desbocadas lo hacen por todos los que lo han dejado de hacer esta noche. Apretamos la frente en la del otro con los ojos cerrados amansando la bestia que crece en nuestro interior. Parece que falta poco para que amanezca, y pensar que hace unas horas ni nos conocíamos, yo pedía una Coca-cola XL en el bar del cine y la miraba de reojo mientras ella no se decidía que chocolatina comprar.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El frío

El frío nos pilló de improviso y todos nos constipamos. Incluso la prima Daniela, amante de las naranjas en el desayuno, la miel en la noche y el más vale prevenir durante todo el santo día, estornudó y se paseó por la casa abrazada a una caja de pañuelos de papel.
Congestionado como estaba y con la sensación de tener una cerilla a punto de prender en mi garganta, decidí pasarme el día cantando blues y aprovechar así la afonía para emular a R.L Burnside. Daniela insistía en que me tomara la taza humeante que acercaba temeraria a mi nariz. Miel con limón y un poquito de ron. Yo la rechazaba con un bajo al puro estilo John Lee Hooker, y ella volvía a la carga enumerando los beneficios de la miel y alabando a las abejas. Jodidas abejas, grité. Le arrebaté la taza y me tomé el liquido en tres tragos y entonces fue como cuando en las películas rocían a alguien con gasolina y lo prenden con una cerilla. Mi garganta quemaba. Un cuerpo en llamas lanzándose al suelo y rodando sin parar. Daniela, satisfecha cogió la taza que le ofrecía sin mirarla, odiándola con toda mi alma, y se fue a la cocina entre abejas y estornudos. Dejé de cantar y me quedé mirando la ventana: un cielo pesado como la prima Daniela y con ganas de aplastar el mundo. Pensaba que Septiembre no era un mes para estar enfermo y triste. Septiembre tenía que ser como un hasta luego, un nos volveremos a ver, y que no seríamos los mismos cuando eso ocurriera. Seriamos más fuertes. Lo tendríamos todo más claro y solo nos constiparíamos en Navidad, porque no nos da la gana salir con tanto frío y entonces sí, escucharíamos a Daniela mientras nos probamos la ropa que llevaban nuestros padres cuando eran novios y que nos va pequeña. Tanto hemos crecido.